Muralla
Montó su muralla pieza a pieza. Debía ser robusta y resistente para cuando llegara el momento. Sería su refugio. Cuando estuvo acabada, comprobó que si se agachaba no podían verlo. Preparó su arma y apuntó. La bestia dormía profundamente en el sofá y era necesario que estuviese despierta para poder escapar. Pero su despertar era peligroso, especialmente si no era por propia voluntad. Respiró profundamente, disparó y se agachó. La bestia se movió y gruñó, pero no despertó. Se asomó lentamente y vio que había cambiado de postura, dejando desprotegida su delicada espalda. Volvió a apuntar, respiró, disparó y se volvió a agachar. El rugido hizo temblar las paredes. De un salto la bestia se puso en pie y dando golpes y maldiciendo se fue.
Salió entonces del refugio, se fue a la puerta principal de la gruta y puso cara de niño bueno. Cuando la bestia lo vio allí de pie pensó en hacer muchas cosas, pero sólo pudo decir una:
– Está bien, iremos al parque, pero no vuelvas a despertarme así.
Notas - 1 nota
Una historia entrañable. Y el niño es tan gracioso.
Gracias.