El armario
La bola de luz rebotó por la habitación hasta alcanzar un viejo armario.
– ¡Auch! – se quejó el armario -. ¡Eso ha dolido! Deberías tener más cuidado con lo que haces. Un monento, ¿por qué me ha dolido? ¿Por qué puedo hablar?
– ¿Te puedes mover? – le preguntó el mago.
– No – contestó el armario, totalmente inamovible -. ¿Qué me has hecho?
– Estoy reordenando hechizos – respondió el mago, cogiendo un papel de una pequeña montaña y poniéndolo en una caja -. Por lo que veo, este conjuro otorga inteligencia y la capacidad de comunicarse. Tranquilo, se te pasará en un rato.
– ¿Y después?
– No podrás hablar ni pensar. Volverás a ser un armario normal y corriente.
– ¿Me dolerá?
– No.
– ¿Me acordaré?
– No.
– Desapareceré…
El mago lo miró y midió sus palabras antes de hablar.
– ¿Te gustaría poder pensar y hablar para siempre aunque no te pudieras mover de donde estás?
El armario guardó silencio y sopesó los pros y los contras.
– Estaré callado cuando me lo pidas.
– No lo dudo – dijo el mago, mientras buscaba otro papel -. ¿Estás listo?
– ¿Dolerá?
– Sí, dolerá, pero es el precio si quieres vivir.
Notas - 2 notas
Mi madre dice «almario» en lugar de armario y la Real Academia dice que es correcto pues mucha gente sobre todo del sur así lo llama. Aunque yo siempre pensé que en el «almario» se guardaban almas.
Micaela, te encuentro allá donde voy. Siempre me encantaron los dibujos de Teresa.