El huerto
El huerto ya no era lo que solía ser. Poco quedaba de aquel vergel de frutales y flores. Ahora había malas hierbas por doquier, los bichos arrasaban con lo que caía en sus garras y las ramas y las matas crecían desparramadas y sin control. Por eso, un árbol inconformista había decidido que iba a hablar con el dueño. Le pediría explicaciones de su gestión.
Se había subido a la valla y nadie lo iba a bajar hasta que las cosas cambiaran. Sobre todo porque le había costado dos semanas llegar allí.
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Toda una declaración de intenciones a la que me adscribo. Gracias Señor Ocre.