La última
– Venga – lo animó la alcachofa -. El último trocito. Así no lo tendrás para cenar otra vez.
El niño, a regañadientes, llenó la cuchara y se lo metió en la boca. Durante varios minutos masticó aquella pasta fría y uniforme hasta que, por aburrimiento, se lo tragó.
Los armarios y los cajones se abrieron de par en par. Peras, patatas y botes de conserva se asomaron, mostrando pancartas.
– ¡Viva! ¡Viva! – gritaron a una sola voz – ¡Se ha acabado el hervido!
Saltaron y bailaron. Cantaron hasta el amanecer. Ahora, por fin, después de tanto tiempo esperando a que el niño terminara, podrían empezar a cocinar otros platos.
Notas - 5 notas
¿Seguro que no había solicitado un cuento con este tema?
Me encanta.
T’ha faltat posar…vingaa que això entra sense tocar voresss!!!!!
Les cartxofes sempre toquen vores 😛
Lo que daría yo a veces por un hervido de los que hace mi Madre 🙂
Cuando están lejos, cómo se echan de menos muchas cosas.