El mago
Se arremangó el esmoquin y enseñó las dos manos, primero las palmas, los dorsos después. Dijo, «no perdáis de vista mis manos. Es el final del espectáculo». Movió las manos a un lado y a otro, despacio al principio y poco a poco más rápido, más rápido, más rápido, hasta que sólo fueron un borrón blanco. Entonces, sin más, desaparecieron. Después desaparecieron los brazos, los hombros, el torso y las piernas. Quedó la cabeza suspendida en el aire que, sonriente, dio las gracias y también se esfumó. La ovación fue atronadora y sólo se apagó cuando fue evidente que no iba a reaparecer.
Cuando los espectadores salieron del teatro las manos del mago, flotando en el aire, sujetaban un cartel…
Texto: Pepe Fuertes (@pepefuertes)
Ilustración: Teresa Cebrián (@cebrianstudio)
Notas - 4 notas
Me ha encantado.
Cuánta razón!
¿Cuanta razón al "me ha encantado" o a lo que dice el cuento?
¡Cuánta razón a las tres cosas! A lo que dice el cuento, al ingenioso narrador y a la visión sencilla e inteligente de la ilustradora. ¡Ah! me ha faltado una cuarta razón, a mí también ME ENCANTA.