Ciclos

Habían estado congeladas varios miles de años. Cuando se evaporaron y subieron al cielo se dieron cuenta de cuánto había cambiado el mundo. Desde las nubes todo era distinto. De día no sólo se veían árboles y rocas. Había zonas enteras de suelo gris y cosas cuadradas que se elevaban hacia ellas, quietas, impertérritas. De noche se encendían y había estrellas tanto en el cielo como allí abajo.

– ¿Qué serán esas cosas? – preguntó una.
– ¿Cómo habrán crecido tanto? – preguntó otra.
– Deberíamos investigarlo – aventuró una tercera.

Estaban de acuerdo en resolver aquel misterio, así que saltaron. Se dejaron llevar por el viento y la gravedad, intentando apuntar hacia el objetivo de su curiosidad: un enorme rascacielos en medio de la ciudad. Aterrizaron sobre su tejado, sobre sus ventanas y sobre sus paredes. Algunas consiguieron colarse por alguna ventana abierta o incluso alguna gotera, pero la mayoría sólo se quedó mirando a través de los cristales, atravesando las tuberías de desagüe o, simplemente, cayendo a la calle y observando el gigantesco edificio desde abajo.

Fueron testigos de la actividad de los humanos, caminando de un lado para otro, ignorando al viento o a la gravedad, llevando cosas, ¡incluso objetos transparentes llenos de sus hermanas!

– ¡PSST! – llamaron a un vaso de agua que había quedado cerca de la ventana – ¿Qué es este lugar donde hemos aterrizado y esas cosas que se mueven?
– Son humanos – contestó el vaso -. Nos llevan de un sitio a otro constantemente. A veces dentro de ellos, otras en tarros o botellas. Nos usan para para todo. Dicen que somos su vida.

Hablaron durante horas, aprendiendo las extrañas costumbres de aquellos seres, hasta que llegó algo llamado bayeta que las recogió y las llevó hasta un lavabo, donde las dejó caer. Atravesaron las tuberías hasta el sistema de alcantarillado de la ciudad y desde allí hasta llegar al mar.

El mar, de nuevo el mar. Habían conocido a millones de hermanas en el camino y tenían miles de historias que contaban a todas las que se cruzaban y querían escuchar, mientras navegaban en la corriente hacia el norte, hacia el hielo, donde volverían a dormir y soñar. Historias y sueños del ciclo sin final.

Notas - 2 notas

  1. ¡Qué bonita historia! Y las ilustraciones también! Me ha gustado especialmente: «Nos llevan de un sitio a otro constantemente. A veces dentro de ellos, otras en tarros o botellas. Nos usan para para todo. Dicen que somos su vida.» Somos una especie de Matrix para ellas, jajajaja 😉

  2. Micaela Ela dice:

    ¿Por qué no me deja poner más de 3 estrellas? ¿eh, eh, por qué?
    Me gusta esta nueva etapa ecologista del señor Ocre. Los humanos necesitamos que nos recuerden a menudo cuáles deben ser nuestras prioridades.
    Gracias, señor Ocre. Un placer leerle.

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